En el parque de los animales se paseaba el perro gruñón. A él le gustaba ir al parque los sábados para molestar al gato, él ya sabía que el gato era puntual visitando el parque los sábados.
-¡No pases! Los feos no pueden entrar-le comentó el perro gruñón.
-¿Qué te pasa? ¿Dónde está escrito eso?- le preguntó el gato.
-Ja, ja, ja. No entrarás- le dijo el perro gruñón.
El gato se fue cabizbajo. Ya estaba cansado de que lo molestara el perro. Decidió ir a casa de la gallina. El quería contarle todo para que ella lo ayudara.
El perro llegó al parque muy temprano para molestar al gato. Al pasar las horas se preocupó y pensó que algo malo le había pasado al gato. Pensaba que haría ahora y de repente vio entrar a la gallina.
-Molestaré a esa pobre gallina-pensó el perro.
-¡Buenos días!- le dijo la gallina.
-¡No pases!Los feos no pueden entrar-le comentó el perro gruñón.
La gallina rabiosa comenzó a decirle decirle cosas, le tiraba lo que encontraba cerca y lo sacó del parque a picotaso. El perro asustado salió corriendo. Por el camino se encontró con el gato, este al verlo cogiando se acercó a ayudarlo. El perro se quedó pensativo.
-Gato, perdona mi comportamiento-le dijo el perro.
-Creo que ya entiendes como yo me siento-le dijo el gato.
-No debí molestarte tanto, disculpame- le comentó el perro.
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